El principio de no regresión.
Según el principio de no regresión, las nuevas leyes no deben ser menos ambiciosas que las leyes actuales. Este principio tiene como objetivo evitar cualquier debilitamiento de la ley, abordando así las preocupaciones sobre retrocesos y avances insuficientes frente al desafío de la degradación ambiental. Una regresión en el derecho ambiental nacional o internacional podría representar una grave amenaza a los derechos de las generaciones futuras.
Aplicado al derecho ambiental, este principio impide la adopción de normas que reducirían el nivel global de protección ambiental garantizado por la legislación vigente. Por tanto, los Estados no pueden debilitar su nivel nacional de protección ambiental. Por ejemplo, si el principio de no regresión fuera ampliamente reconocido, el expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, no podría haberse retirado del Acuerdo de París en 2017....
En una aplicación más ambiciosa, la no regresión implica la mejora de la legislación ambiental. Por ejemplo, la Declaración de Estocolmo de 1972 establece en el Principio 1 que "[l]o hombre (...) tiene la responsabilidad solemne de proteger y mejorar el medio ambiente". Además, el Acuerdo de París también habla de mejora en su artículo 4, que prevé que la nueva contribución nacional de cada Estado "representará una progresión con respecto a la contribución determinada a nivel nacional entonces vigente de la Parte y reflejará su ambición de alcanzar un nivel alto" como sea posible.